Francisco Gordillo: “El ingeniero de Bolonia sigue siendo un ingeniero generalista con una sólida formación”

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Francisco Gordillo es hoy profesor y jefe de estudios de la Escuela Superior de Ingenieros de la Isla de la Cartuja. Tras  varias décadas dentro de las aulas, habla de los ingenieros docentes en una doble vertiente, como profesionales que aportan conocimiento e investigación dentro de esta institución.

¿Qué perfil común dirías que tiene el ingeniero universitario?

El ingeniero que trabaja como personal docente e investigador en la universidad es un ingeniero atípico. No se dedica a lo que se suele suponer que se dedica un ingeniero, esto es, a calcular, planificar o dirigir proyectos. Su labor como docente se  parece a la de cualquier otro profesor universitario, si bien se orienta a las disciplinas de la Ingeniería. En la universidad actual, por suerte o por desgracia, las escuelas de ingenieros están totalmente integradas dentro de la organización universitaria y así, por ejemplo, la promoción de sus profesores se rige por los mismos criterios que en el resto de centros universitarios. En esta promoción tiene mucho peso la otra vertiente de la labor del profesor universitario, la investigación. Priman mucho las publicaciones de investigación, aunque también tienen cada vez mayor peso las patentes.

Con todo ello, se puede comprender el peligro de que los docentes encargados de la formación de los futuros ingenieros estén alejados de la Ingeniería y se dediquen a enseñar únicamente lo que se estudia en los libros.

¿Por qué decidiste hacerte profesor?

En mi caso, aunque fue una decisión meditada, la elección fue bastante natural. Yo estaba colaborando en el entonces departamento de Ingeniería Electrónica, de Sistemas y Automática desde tercer curso de carrera. Precisamente fui becario de AICIA desde ese curso hasta el final de mi carrera (entonces de seis años). Colaboré en un proyecto de bastante envergadura para Sevillana de Electricidad en el marco en el cual realicé mi proyecto fin de carrera. Durante estos años tuve un contacto directo con la labor de los profesores de la Escuela fuera de las clases y evidentemente este contacto influyó mucho en mi decisión. Creo que con frecuencia los alumnos tienen una idea muy sesgada de la labor del profesor y piensan que está totalmente dedicada a la docencia. Puede parecer que tiene su parte tediosa, como lo es el corregir exámenes (impartir clases, aunque se repita la temática curso tras curso, a mí no me parece rutinario, siempre se aprende algo de cada nuevo grupo de alumnos), pero hay una parte más desconocida, sobre todo la relacionada con la investigación que puede ser muy apasionante.

¿Es una salida vocacional esta opción en la carrera de un ingeniero?

Creo que entre los profesores hay un poco de todo. Existe el profesor vocacional que sobre todo le gusta la docencia o la investigación (o ambas cosas) pero existe otro tipo de profesor, en el que yo me incluyo, y creo que es el más numeroso, que no renuncia a la labor profesional más pura. En este sentido, la transferencia de la investigación a las empresas sirve para llenar esa vocación profesional y gracias a ella los profesores ingenieros no tenemos por qué sentir nostalgia por una actividad para la que fuimos formados y a la que se puede pensar que hemos renunciado. En absoluto, seguimos trabajando en proyectos muy aplicados y profesionales, aunque siempre buscando la faceta investigadora.

“Los estudiantes actuales son muy distintos a los de mis tiempos de alumno. Me atrevería a decir que estas nuevas tecnologías hacen que las generaciones de ahora piensen y ordenen su cerebro de forma diferente a como lo hacíamos nosotros”

¿Combinas tu faceta como profesor con la de ingeniero profesional en la Universidad de Sevilla?

Yo no lo planteo como una disyuntiva. Como profesor, mi labor tiene una faceta de colaboración con empresas (parecida a la labor de un ingeniero profesional) al igual que tiene otras facetas como la docencia y la gestión universitaria.

Como ya he comentado, desde antes de acabar la carrera ya era becario de AICIA y colaboraba en un proyecto para la entonces Sevillana de Electricidad. Desde entonces no he dejado de tener relaciones con empresas. Además de con Sevillana he trabajado en proyectos, entre otras, con Iberdrola, Telefónica, la antigua Airtel, EADS, ELIMCO, Tecnobit… Actualmente tengo activos dos proyectos, uno con Airbus y otro con un consorcio de empresas liderado por Ghenova. Como mi especialidad es el control automático, disciplina muy horizontal aplicable a ámbitos muy diversos, la temática de estos proyectos es también muy variada pero siempre dentro del ámbito de la automática y los sistemas dinámicos.

¿Cómo crees que será el nuevo ingeniero industrial graduado de escuela?

Los estudiantes actuales son muy distintos a los de mis tiempos de alumno. Me atrevería a decir que estas nuevas tecnologías hacen que las generaciones de ahora “piensen”, ordenen su cerebro, de forma diferente a como lo hacíamos nosotros. Tenemos a nuestro alcance herramientas

maravillosas que tienen muchas ventajas pero, al mismo tiempo, tienen inconvenientes como es el exceso de información y la tendencia a diversificar y distraer nuestra atención disminuyendo nuestra capacidad. El resultado es que la persona formada en el nuevo entorno digital es seguramente distinta de la persona formada en tiempos anteriores. Esto no sé si es bueno o malo, simplemente es así

¿Han mermado las salidas profesionales del ingeniero industrial tras el cambio del proceso de Bolonia?

Yo creo que la formación recibida es del mismo carácter que la tradicional. El ingeniero industrial “de Bolonia” sigue siendo un ingeniero generalista con una sólida formación en las diversas disciplinas que forman la base del ingeniero industrial tradicional. Así, todo ingeniero del grado cursa asignaturas de química, ciencia de los materiales, máquinas y mecanismos, elasticidad y resistencia de materiales, mecánica de fluidos, termodinámica, electricidad, electrónica, control automático, organización de empresas, etc. Esta base común le da la versatilidad que tradicionalmente ha caracterizado a esta profesión. Al mismo tiempo, al igual que pasaba antes, el estudiante se especializa en una de las ramas. Actualmente se imparten en la Escuela nueve intensificaciones.

Lo que sí parece que ha cambiado el proceso de Bolonia es la intensidad de estos estudios. Cuando los titulados,  que contamos ya con canas, comparamos las horas de clase y las horas de estudio de nuestros tiempos con las actuales, nos da la impresión de que la intensidad ha disminuido mucho.

¿Piensas que la investigación universitaria aporta importantes avances a la sociedad o aún hay un largo camino?

En el ámbito de la investigación se habla mucho de la brecha entre la investigación pública y las empresas. El salto que se ha dado en la investigación universitaria española en los últimos 30 años ha sido enorme, en calidad y en cantidad. Las políticas de promoción del profesorado universitario y los incentivos de investigación, los conocidos como sexenios, han cambiado radicalmente el panorama. Por supuesto que queda muchísimo por hacer, incluyendo la potenciación de la transferencia de los resultados de la investigación a las empresas. Muchas de ellas dedican recursos a investigación pero los departamentos dedicados a ella deben justificar beneficios económicos en un plazo corto de tiempo.

Particularizando en la ETSI de Sevilla, como ya he mencionado antes contamos con AICIA, que es un vehículo excelente para esta colaboración entre Universidad y empresa. Dentro del ámbito nacional, AICIA es un referente en la transferencia de resultados de investigación hacia las empresas como se puede comprobar en sus ingresos y en las empresas con las que trabaja.

 

 

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