Editorial: El río revuelto

Aurelio Azaña García

Decano del COIIAOc

No quiero trasladaros un sentimiento negativo sobre lo que está pasando con la profesión de ingeniero industrial, pero sí que quiero haceros pensar que estamos asistiendo a cambios importantes que pueden significar un antes y un después en la profesión.

Por un lado, tras la reforma de las enseñanzas universitarias, se ha producido un cambio que todavía no está asimilado por la sociedad. Dicha transformación ha hecho que titulaciones tan prestigiosas como todas las derivadas de la Ingeniería Técnica hayan desaparecido. Literalmente se han convertido en especialidades a extinguir. Eran titulaciones de diplomatura que la mayor parte de las veces tenían entre cincuenta y ciento cincuenta años de existencia. En su lugar, han aparecido estudios de grado con cuatro años de formación, con atribuciones profesionales, y otras que pueden llegar a tener tres años en un futuro, como las antiguas diplomaturas, si dichas titulaciones no tienen atribuciones profesionales y no se corresponden con profesiones reguladas.

La profesión de ingeniero industrial se corresponde con el diploma de máster en Ingeniería Industrial y esto significa que, una vez cursados los estudios de grado, hay que estudiar entre uno y dos cursos más para obtener la titulación de máster y, por tanto, acceder a la profesión regulada de ingeniero industrial. La mayoría de las universidades han optado por una especialidad de dos años, decisión que ha sido valorada muy positivamente por los colegios profesionales.

Este cambio de modelo está siendo claramente aprovechado por algunos grupos de interés para generar confusión sobre la identidad de las Ingenierías y rebajar el nivel de referencia en cuanto a esfuerzo y años de estudio para convertirse en ingeniero. Este profesional, el que ha sido siempre el referente de la sociedad, se correspondía antes con un ingeniero superior y, con la nueva designación, compete con el nivel de máster en Ingeniería. Asimismo, el grado se corresponde ahora con la profesión regulada de ingeniero técnico y sus atribuciones están siempre ligadas a su especialidad. Dos profesiones distintas, Ingeniería Superior y Técnica, pero complementarias. Son dos carreras de prestigio a las que no le hace ningún favor el estado de confusión al que algunos se empecinan en llevarnos.

El delirio de las Universidades

El hecho es que el ingeniero industrial puede “morir de éxito” porque la mayor empleabilidad de estos profesionales, si la comparamos con otras titulaciones y profesiones que nosotros mismos nos hemos encargado de difundir como una cosa buena, ha hecho que las universidades quieran tener a toda costa esa titulación entre su oferta porque es considerada como generalista. Esta ocupación posee buenas salidas profesionales y mucho prestigio social, aportando todo este valor a la sociedad en la que nos desenvolvemos.

En la actualidad, hay 48 universidades que imparten el máster en Ingeniería Industrial, con niveles diferentes y dispares. Afortunadamente, la existencia de un decreto, llamado en el argot coloquial ‘orden CIN del ingeniero industrial’, marca una regla de juego en cuanto a conocimientos, aptitudes y niveles que el alumno debe adquirir. No obstante, las facultades, cuyos planes de estudio corresponden más a las luchas de poder internas que a lo que el mercado demanda, están egresando a una serie de recién graduados que no tienen nada que ver con el espíritu y la cualificación que hasta ahora han tenido los ingenieros industriales. Es complicado que una universidad, que a veces cree tener un poder divino de la verdad absoluta, tenga en consideración las recomendaciones que desde los colegios profesionales, que somos los que ordenamos la profesión, venimos aportando para que sean tenidas en cuenta a la hora de elaborar las guías docentes o planes de estudio.

Estos dos argumentos, confusión y delirio universitario, son algunas de las causas más importantes que están provocando esa pérdida de identidad y están convirtiendo a nuestras ingenierías en un “comodín” más que en unas profesiones de prestigio al servicio de la sociedad.

La cuarta revolución industrial 

El ingeniero industrial está tomando un papel protagonista en la Industria 4.0 y en la revolución industrial en la que nos hayamos inmersos. Una vez más, desde el nacimiento de esta profesión en los años cincuenta del siglo XIX, se ha adaptado a los cambios y ha sabido liderarlos, al igual que todos los avances tecnológicos que conlleva. De nuevo, hemos demostrado que somos útiles a la sociedad y que ayudamos a mejorar la calidad de vida de las personas.

Reflexión ante la realidad

Tenemos que seguir concienciando a nuestro entorno social, académico, político y empresarial sobre las diferenciaciones de las distintas profesiones de la Ingeniería, en general, y de la nuestra, en particular. Aunque hay que alertar a la sociedad para que no se dejen embaucar por cantos de sirena de nuevas titulaciones que sabemos que no aportan valor ni tienen recorrido en un futuro a medio plazo. Asimismo, las universidades deberían dejar de incluir el término “Ingeniería” en titulaciones que no tienen nada que ver con el mundo de esta titulación pero que, por ser una palabra que vende bien, se utiliza para “enganchar” a alumnos despistados que, a la larga, se verán frustrados.

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