La Ingeniería Industrial en la primera ‘smart city’ española

El pasado 20 de junio, el Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Andalucía Occidental (COIIAOc) celebró en la capital andaluza una mesa redonda con motivo del 25 Aniversario de la Exposición Universal de Sevilla de 1992 (Expo’92).

Este evento, que tuvo lugar en la Tecnoincubadora Marie Curie de la Isla de la Cartuja, fue titulado ‘Construyendo un sueño. Contribuciones de la Ingeniería Industrial a la Expo’92’, y en él se dieron cita, entre otros, los ingenieros Servando Álvarez, Miguel Ángel Moreno, Alfredo Chofré y Teodoro López del Cerro, quienes participaron de forma activa en la creación de la llamada ‘primera ciudad inteligente de España’, ubicada en Sevilla.
En el año 1992 se celebraba el V Centenario del Descubrimiento de América y durante seis meses la Isla de la Cartuja de Sevilla iba a ser la encargada de conmemorarlo a nivel mundial. Desde que la ciudad ganase el concurso de la oficina internacional de exposiciones en 1985, había por delante unos años de vorágine, organización y empeño para convertir los terrenos hispalenses en todo un escenario y lograr un proyecto perdurable en el tiempo. En todo este proceso, los ingenieros industriales jugaron un papel fundamental.

Para mostrar la magnitud del evento del que se iba a hablar, el decano del COIIAOc, Aurelio Azaña, comenzó la jornada con unos datos. “Las inversiones en infraestructuras para la Expo’92 fueron de 4.800.000.000 millones de euros para el entorno y de 450.000.000 millones de euros para el recinto interior. La exposición ocupó 215 hectáreas en las que se crearon 40.000 plazas de aparcamiento, casi 100 pabellones, 16 edificios de espectáculos, 96 restaurantes, 70 bares y cafeterías, cinco grandes avenidas y un espacio bioclimático abierto de referencia a nivel mundial”, comentó.

Además del interior de la Isla de la Cartuja, Sevilla vivió un cambio de infraestructuras con la modificación de los accesos a la ciudad. Para ello, se construyó un tren de alta velocidad, una nueva terminal aeroportuaria con una carga punta de 4.200 pasajeros por hora, una red viaria de más de 80 kilómetros de perímetro, una nueva estación de autobuses, mejoras en los puertos o una nueva red de carreteras, entre otras obras que hacían más fácil llegar a la nueva ciudad que se alzaría en 1992.

LA PRIMERA APLICACIÓN DEL ‘MICROCLIMA’

En la preparación de la Expo’92 había un elemento que preocupaba a todos: las altas temperaturas que experimenta Sevilla en los meses estivales. Para acondicionar la ciudad que se estaba gestando era necesario combatir el excesivo calor del verano.

Por ello, la Sociedad Estatal de la Expo’92 contó con un equipo de Termotecnia especializado. Servando Álvarez, catedrático del departamento de Ingeniería Energética y Mecánica de Fluidos de la Universidad de Sevilla, fue uno de los integrantes de este grupo encargado del acondicionamiento climático de la Isla de la Cartuja. “Nos vimos obligados a acondicionar el espacio público porque no todos los visitantes podían estar al mismo tiempo en los pabellones”, comenzó Servando Álvarez su ponencia. Este grupo, compuesto por ingenieros, estudió y aplicó las técnicas de ‘acondicionamiento bioclimático’ que utilizaban los recursos naturales para bajar las altas temperaturas que se iban a vivir en los meses más calurosos en la capital hispalense.

De izquierda a derecha: Teodoro López del Cerro, Servando Álvarez, Aurelio Azaña, Miguel Ángel Moreno y Alfredo Chofré

Con el objetivo de que los 40 grados exteriores fuesen imperceptibles a los visitantes, el equipo de Termotecnia diseñó lo que llamó ‘modelo de confort’, que aplicó en las zonas verdes de las cinco avenidas, en la Ordenación Sur, en el borde del lago y en el recinto del Palenque. “Hicimos varios modelos para mostrar las posibilidades de enfriamiento del entorno. Uno de ellos es el modelo de gotas, que contemplaba el uso de gotas de agua que se evaporaban o enfriaban según la aplicación de distintas técnicas”, explicó Servando Álvarez. El uso de micronizadores (cuyo creador acudió a la preparación del evento) para la emisión de gotas de distinto tamaño, y el de ‘jets’ para evitar que se evaporasen, fue clave en la concepción del microclima.

“Lo primero a tratar para el acondicionamiento climático de este enclave era evitar la radiación solar, lo segundo, la superficie de alrededor de los visitantes, luego había que reducir la temperatura del aire y por último jugar con los distintos espacios”, expresó Álvarez. En esta tarea se combinaban varios factores: el tamaño de las gotas de agua y la humedad, la sombra, la temperatura y orientación del aire y la disposición del lugar. Todo ello, bien conjugado, permitía bajar entre 10 y 12 grados centígrados la temperatura exterior en las zonas de espera y las abiertas de la Expo’92. Ante todo, se buscaba conseguir junto al resto de profesionales, como los arquitectos, el mayor confort siguiendo el modelo acordado previamente.

Algunos de los elementos que incorporaron micronizadores para la difusión de gotas de agua que enfriaban era la Esfera Bioclimática de la Expo’92 o las doce torres de la Avenida de Europa. Respecto a este último, Servando Álvarez compartió una anécdota del proyecto. “El arquitecto de las torres de la Avenida de Europa, Jean Marie Hennin, envió un correo a Ginés Aparicio, director de Obras y Construcciones de la Expo’92, para decirle que estábamos destruyendo su diseño al incluir elementos para la bioclimatización. Al final llegamos al acuerdo con él respecto a los elementos de toma de viento y hoy es uno de los modelos más replicados en el mundo”, destacó.

Plano completo del recinto de la Exposición Universal de Sevilla. FUENTE: www.expo92.es

Pero si hay un espacio que fue un logro en cuanto a adaptación climática fue el popular escenario del Palenque, ya que en él se celebraban los actos oficiales. “En su acondicionamiento climático conjugábamos árboles de diferente altura, una zona en sol y una en sombra. La cobertura no se calentaba y la parte baja estaba fría, la gente al bajar del AVE ya recibía la sensación de estar en una zona condicionada”, explicó Servando Álvarez mientras ilustraba con fotografías este trabajo. El Palenque tenía dos zonas, una central y otra periférica. Gracias al enfriamiento del aire por conductos enterrados, la cobertura no se calentaba y la sensación térmica se conseguía bajar hasta los 28 grados. Asimismo, el consumo energético era prácticamente nulo.

Por último, Servando Álvarez respondió a una pregunta clave: ¿qué pasó después con las innovadoras técnicas de microclima aplicadas en la Expo’92? “Nosotros acometimos técnicas naturales de refrigeración que no existían hasta la Expo‘92, lo cual motivó a mucha gente. El término ‘microclima’ se conocía, pero se usó por primera vez en la Expo’92. Los modelos de las Torres de la Avenida de Europa han sido replicados en países como China, India, Estados Unidos o Italia. Todo lo que en la actualidad cuenta con un sistema de enfriamiento evaporativo viene de la Expo’92”, finalizó Servando Álvarez.

ALUMBRADO DE LA EXPO’92

El segundo aporte esencial de la Ingeniería Industrial a la Expo’92 que se trató en la mesa fue el abastecimiento de la red eléctrica que daría luz a todo el recinto. Fue la empresa Sevillana de Electricidad la encargada de acometer esta tarea.

Los ingenieros Miguel Ángel Moreno y Alfredo Chofré fueron dos de los firmantes del estudio previo de viabilidad que analizaría las opciones posibles para asegurar el correcto funcionamiento del suministro eléctrico de las atracciones, pabellones, calles y medios de transporte de la Isla de la Cartuja.

“En el año 1988 la Sociedad Estatal de la Expo’92 nos solicita hacer un estudio con las alternativas de suministro eléctrico, en el que tendríamos que decidir criterios como los de alimentación, transformación, posibles costes y fiabilidad”, inició este apartado Alfredo Chofré. Esta planificación requería de un tiempo suficientemente amplio debido a la magnitud de este evento.

Entre las exigencias preliminares, el diseño de la red necesitaba dos puntos de alimentación con capacidad para atender la demanda total del recinto, cada uno de ellos de manera independiente, y tenía que estar conectada a líneas próximas a la Expo’92. Al mismo tiempo, la alimentación debía cumplir la regla N-1, con la cual la red debía ser segura y soportar un fallo en el momento de máxima demanda.

De entre los tres modelos diferentes que se intentaron para maximizar la potencia, se eligió al primero, que contemplaba una subestación, llamada Centenario, con una potencia de 220/50/20 Kv y dos líneas de 220 Kv, una subestación de apoyo (Alamillo) de 50/20 Kv y un enlace entre ambas subestaciones de 50 Kv. “La Sociedad Estatal de la Expo’92, entidad organizadora del evento, y Red Eléctrica vieron adecuada la fiabilidad del modelo presentado por Sevillana de Electricidad, por lo que fue el que se eligió finalmente”, finalizó Chofré. La alimentación se tomaría de las subestaciones de Santiponce y Guillena, que se abriría para dar luz a todo el recinto.

Cartel oficial de la Expo‘92

Una vez acordado cómo debía ser el proyecto, la ejecución de las obras, dos años antes del inicio de la Expo’92, generó distintas opiniones entre la sociedad gestora de la exposición y los ingenieros industriales. Uno de los primeros puntos de discusión era el diseño de las estaciones. El acuerdo previo contemplaba un ejercicio de imaginación para hacer de las subestaciones eléctricas algo integrado en la Expo’92. “Sevillana recomendaba el uso de equipos de probada experiencia de explotación. No queríamos que las subestaciones eléctricas fueran un escenario de nuevas tecnologías, sino que pasaran desapercibidas sin causar problemas”, reveló Moreno. Para los ingenieros del proyecto este aspecto era vital, ya que en caso de fallo el equipo sería conocido por el personal y los repuestos y la asistencia técnica rápida estarían asegurados.

Otro de los conflictos fue el montaje del cableado de la red eléctrica. La Sociedad Estatal de la Expo’92 quería que las dos líneas de 220 Kv fueran subterráneas al llegar al recinto. “En esa época Sevillana no tenía experiencia de cables aislados en 220 Kv y explicamos que esta instalación podía ser un peligro ante una avería, ya que su reparación podía alargarse un mes”, explicó Miguel Ángel Moreno.

Al mismo tiempo, este proyecto de Sevillana de Electricidad entraba en conflicto con la ‘Ley de Costas’. “Las líneas aéreas estaban prohibidas en la cuenca del Guadalquivir por esta ley, que abarca hasta la presa de Alcalá del Río, por lo que el Consejo de Ministros tuvo que darnos una excepción para poder poner los postes tubulares”, informó Miguel Ángel Moreno.

Finalmente, la subestación Centenario tuvo un diseño abierto, con una cubierta de malla de tierra para darle opacidad y protegerla de los rayos, y la subestación Alamillo se erigió como un edificio cerrado.

También en la Expo’92 hubo novedades en cuanto a la línea eléctrica. “Hoy todas las subestaciones eléctricas se explotan por telecontrol, pero en 1992 no era así. Nosotros quisimos apoyar la fiabilidad del proyecto de Sevillana de Electricidad, por lo que incorporamos el telecontrol a la subestación Alamillo, que era la más cercana al recinto”, finalizó Miguel Ángel Moreno.

La creación de una red eléctrica de alto voltaje es sólo una simple muestra de todos los trabajos que requería la Exposición de 1992 y de las muchas facetas en que se involucró la Ingeniería Industrial. Las obras sumaron un coste total de 1.400.000.000 pesetas. En cuanto a la duración del proyecto, la subestación Alamillo se comenzó a perfilar en 1989 y se puso en servicio en 1990 para abastecer de energía al resto de operarios. Por su parte, la subestación Centenario arrancó su funcionamiento en octubre de 1991, por lo que se logró cumplir con los plazos para la Expo’92.

EL FUTURISMO DEL MONORRAÍL

Si algo destacó en cuanto a maravillas de la Ingeniería en la ‘ciudad inteligente’ de la Expo’92 fue el monorraíl. Este original transporte interno permitía a los visitantes recorrer con total comodidad el grandioso recinto que se había preparado para su disfrute. Teodoro López del Cerro, director de Ingeniería de la compañía sevillana Abengoa, fue uno de los partícipes de los distintos proyectos que la empresa llevó a cabo durante los meses previos al inicio del evento.

La Exposición Universal de 1992 contó con Abengoa para un amplio abanico de proyectos, entre los que destacan las instalaciones eléctricas y mecánicas de diversos pabellones, la colaboración en la edificación de espacios como el Palenque, puentes, el parking del Charco la Pava o el tendido de fibra óptica, entre otras iniciativas.

Monorraíl en la inauguración de la Expo ‘92

“Todos los trabajos de la Expo’92 destacan por sus características: su gran tamaño, la premura con la que se realizaron y la calidad del resultado final”, explicó a los presentes Teodoro López. De entre todos en los que colaboró su empresa, destacan tres: el monorraíl, la pantalla Jumbotron de la Plaza Sony y la torre panorámica Banesto.

Si hay un elemento futurista en cualquier fotografía de la Expo’92, este es el monorraíl. “Elevado desde seis metros de altura, el monorraíl recorría el perímetro del Lago de España, el Canal de los Descubrimientos, la Plaza del Futuro, la Avenida Quinta y el río para llegar a la Plaza Sony y la Puerta Itálica”, comentó Teodoro López. Para acceder a él se construyeron tres estaciones cuyas zonas de andenes estaban protegidas por una cubierta vegetal. En total, la línea del monorraíl estaba compuesta por seis trenes con diez coches cada uno, para un total de 110 pasajeros sentados.

Los ingenieros pensaron hasta el mínimo detalle para este tren panorámico elevado. “Una de las novedades que introdujimos en la Expo’92 era crear espacios para personas con movilidad reducida, cosa que no era obligatoria en esa época”, añadió Teodoro López. La velocidad máxima del monorraíl era de 20 kilómetros por hora y constaba de aire acondicionado y un sistema pensado para reducir lo máximo posible los niveles de ruido existentes.

Otra de las atracciones más destacadas de la Exposición de 1992 en Sevilla donde la Ingeniería Industrial tuvo presencia fue en el montaje de la Plaza Sony, que albergó la pantalla Jumbotron. “Esta pantalla tenía dimensiones récords y era la primera vez que se exhibía en el mundo. La estructura estaba compuesta por un edificio de hormigón armado con 60 pantallas modulares donde estaba todo el sistema de audio y vídeo”, explicó Teodoro López, quien destacó la dificultad añadida que supuso ensamblar todos los módulos y evitar una pérdida de nitidez en la imagen.
Por último, Abengoa también participó en una de las atracciones más singulares que tuvo la Expo’92: la torre panorámica o Torre Banesto. Esta edificación constaba de un mecanismo por el cual el mirador giraba 360 grados mientras subía por un mástil de 92 metros de altura desde el que se podía ver toda la ciudad desde las alturas. “Esta torre llegó a tener más de dos mil visitantes diarios”, concluyó su intervención Teodoro López.

Para cerrar la mesa de ingenieros industriales, los asistentes pudieron compartir algunas dudas con los artífices de los distintos proyectos. Hoy día, las cifras resultantes de la Expo’92 muestran la importancia de este macroevento mundial. A lo largo de seis meses, un total de 40 millones de visitantes pasaron por estas instalaciones. Durante toda su duración, mandatarios de todo el mundo, turistas, sevillanos y empleados disfrutaron de una nueva ciudad dentro de Sevilla sin ser conscientes de todos los hitos que estaban experimentando.

El resultado fue posible gracias al trabajo de fondo de la Ingeniería Industrial y los retos a los que se enfrentaron sus profesionales, que lograron cambiar para siempre el presente y futuro de Sevilla y hacer valer a la Expo’92 el título oficial de primera ‘Smart City’ española.

DATOS TÉCNICOS Expo’92 (Haz clic en la imagen para verla en alta resolución)

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