La larga historia de la Asociación de Ingenieros Industriales de Madrid

D. Mariano de las Peñas Mesqui, Ingeniero Industrial, en el año 1911

La Asociación de Ingenieros Industriales de Madrid (AIIM) aparece y desaparece a lo largo de los siglos XIX y XX hasta consolidarse, finalmente con clara vocación de permanencia, hace 29 años, en 1989.

Con seguridad que no se trata de las mismas Asociaciones las que aparecen y desaparecen, pero de lo que no cabe la menor duda, es de que el espíritu y los objetivos fundacionales de todas ellas son siempre los mismos.

El 4 de septiembre de 1850 se firma el Real Decreto fundacional de la Carrera de Ingeniero Industrial y de la creación del Real Instituto Industrial, donde se impartirían los estudios que conducirían a la obtención del título correspondiente junto con los de otras especialidades menores. En aquel momento, como señalaba D. Manuel Acero, antiguo presidente de la Asociación, en el prólogo de ‘La Historia del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid (COIIM) en la Modernización de España’ de D. Juan Martínez-Val: “España carecía de un mínimo desarrollo industrial, y los primeros ingenieros industriales tuvieron que desempeñar su labor enfrentándose a una falta generalizada de medios y recurriendo, como mejor solución temporal, a la importación de equipos y tecnologías”.
La Asociación de Ingenieros Industriales de Madrid nace, por primera vez, en 1861, bajo la presidencia de D. Eduardo Rodríguez, al que acompañaron otros sesenta compañeros más. Se echaría de menos, entre los fundadores, a D. Cipriano Montesinos, persona de reconocido prestigio que ocupó destacados puestos en el Gobierno y en la industria privada, entre ellos el de director del Real Instituto Industrial.

D. Eduardo Rodríguez, D. Cipriano Montesinos y D. Joaquín Alonso, que sería el primer director del Real Instituto Industrial, formaron parte del grupo de jóvenes pensionados que, en 1834, marcharon a París a estudiar en L´Ecole Central, creada en 1829 como Escuela de Ingenieros no funcionarios, destinados fundamentalmente a la industria privada.

Esta escuela heredaba la organización de L´Ecole Politecnique, fundada en 1794, impulsora de la Revolución Industrial de Francia. Los tres fueron los grandes impulsores de aquella industria naciente en España y “desempeñaron importantes papeles en el Real Instituto Industrial y, como altos cargos, de la Administración del Estado”.

En 1863 se edita la revista de la Asociación “Anales de la Asociación de Ingenieros Industriales”, que pretendía fomentar la comunicación entre los asociados y con los empresarios. En aquel momento, la construcción del ferrocarril era la industria que reclamaba el mayor número de ingenieros. Desde la promulgación de la Ley de Ferrocarriles en 1855, hasta la crisis económica de 1866-67, se construyen en España unos 5.000 kilómetros de vía férrea, aunque este hecho y el que D. Cipriano Montesinos, con fuertes relaciones en el Gobierno, fuese presidente de una de las grandes compañías ferroviarias MZA (Madrid, Zaragoza, Alicante), no contribuyó mucho a la industrialización de España, porque casi toda la inversión se hacía con material y equipo importados.

En 1867 se cerró el Real Instituto Industrial por motivos presupuestarios, coincidiendo con la crisis económica de 1866-67, y se dejan de impartir los estudios de Ingeniería Industrial en Madrid, hasta comienzos del siglo XX (1901), pero se siguen ofreciendo en Barcelona. Durante el siglo XIX se obtuvieron 1.060 títulos de ingeniero industrial, de los cuales solamente 163 en Madrid y 851 en Barcelona.

La Asociación de Ingenieros Industriales nace en 1861 con D. Eduardo Rodríguez como presidente

El diferente grado de industrialización de Cataluña y otras regiones de España algo ha debido tener que ver con este hecho.

La Asociación desaparece en 1865, como si fuese una premonición de la crisis económica de 1866-67, que ya se estaría incubando, y del cierre del Real Instituto Industrial. Se refunda, de nuevo, en 1872 bajo la dirección de Montesinos, lejos ya de sus actividades políticas.

El hecho de no impartir estudios superiores de Ingeniería Industrial en Madrid estanca el crecimiento y la renovación de la Asociación, que lleva una vida lánguida desde 1874.
La Asociación de Barcelona nace en 1863, dos años después de la de Madrid y se extingue en 1870 por falta de socios, pero en 1872, el director de la Escuela de Barcelona, D. Ramón Manjarrés, la refundó y fue nombrado su presidente.

En 1886 se crea el cuerpo de ingenieros de minas, lo que supone una discriminación y una limitación de las atribuciones que tenían los ingenieros industriales desde 1855, y lleva a las Asociaciones de Madrid y Barcelona a unirse para constituir la Asociación Central y hacer frente, entre otros, a este problema.

El objetivo fundamental de los miembros procedentes de la Asociación de Madrid es la reapertura del Real Instituto Industrial y participar en la Administración del Estado, limitada en aquel momento a los ingenieros de caminos y minas. Este objetivo era secundario para los miembros procedentes de la Asociación de Barcelona por lo que, a menos de un año de la creación de la Asociación Central, se escinde y se constituye en 1887 la Delegación de Barcelona, nombrando presidente a D. Isidoro Boixader, que lo era de la Asociación Central a la que se unirá la Asociación de Valencia.

Once años más tarde, en 1898, se produce la fusión que ahora se podría considerar definitiva, de las dos delegaciones en una asociación de carácter nacional: Asociación Nacional de Ingenieros Industriales, (en sus siglas ANII). La unificación es de vital importancia para aumentar el poder social y político de los ingenieros industriales. En 1901 el Conde de Romanones, ministro de Instrucción Pública, resta- blece la Escuela Central de Ingenieros Industriales de Madrid, dos años después de haberse autorizado la creación de la Escuela de Bilbao.

En 1907 el Gobierno de Maura aprobó la Ley de Defensa y Fomento de la Industria Nacional que dio paso a una época en la que se crearon diversas iniciativas de industrialización. Es, como dice D. Juan Martínez-Val en la obra citada, “la revolución desde arriba”, que choca con un ambiente social enrarecido, que limita seriamente el desarrollo que, en otras circunstancias, se podría haber logrado.

La Asociación Nacional edita la revista ‘Tecnológico-Industrial’, desarrolla un proyecto de Escuelas Industriales para proponer al Gobierno, se realizan publicaciones e informes, se compran instrumentos de medida y se empieza a hablar de un Montepío.

En 1911 se consiguió crear el Cuerpo de Ingenieros Industriales, cuyos cometidos no satisfacen plenamente al colectivo, al no adaptarse a los proyectos presentados por la Asociación. Varios años después, en 1931, se promulga el Reglamento del Cuerpo de Ingenieros Industriales. “Una agrupación denominada nacional sonaba tan mal en 1932 que los ingenieros industriales decidieron adaptarse al nuevo régimen político sin mucha demora”, como señala Martínez-Val.

En 1932 se disuelve la ANII y se crea la Federación de Asociaciones de Ingenieros Industriales, que se integra en el entonces llamado Instituto de Ingenieros Civiles, que hoy se denomina Instituto de la Ingeniería de España (IIE).

La Federación de Asociaciones siguió con la defensa de los intereses de los ingenieros industriales y es durante la República cuando se definen las atribuciones esenciales de la Ingeniería Industrial en materia de construcción industrial, reparto de atribuciones entre ingenieros industriales y de minas, se establece el título como única vía de acceso a la profesión y otra serie de atribuciones básicas aún vigentes en la actualidad.

La Asociación Nacional pidió al Gobierno, en 1949, la creación de los Colegios Profesionales

En 1940 se creó de nuevo la Asociación Nacional de Ingenieros Industriales, “abandonando la impropia forma federativa” de los tiempos de la República, volviendo a la estructura nacional con agrupaciones regionales (las antiguas Asociaciones), adaptadas a la nueva Ley de Asociaciones.

La Asociación Nacional, junto con otras Asociaciones de Ingenieros de otras ramas, solicita al Gobierno, en 1949, la creación de los Colegios Profesionales, y el 9 de abril de 1950 se promulga la ley que los regula como Organismos de Derecho Público. La Orden del Ministerio de Industria y Comercio de 6 de septiembre de 1950 creó once Colegios Oficiales de Ingenieros Industriales y el Consejo Superior de Colegios.

En Madrid, la Asociación se integra en el Colegio, desapareciendo durante un largo periodo de tiempo, mientras que en otras zonas trabajan conjuntamente ambas instituciones, sin que se pierda la personalidad de cada una de ellas.

En 1989, el presidente del Federación de Asociaciones de Ingenieros Industriales (FAIIE), D. Gabriel Barceló Rico-Avello, impulsó la creación de la Asociación de Madrid bajo la presidencia de D. Juan Miró, al que sustituye D. Manuel Acero en 1992. En los primeros años de la nueva Asociación, su relación con el Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid fue prácticamente nula y es, a partir de 1998, nueve años después, cuando se inicia la aproximación y una andadura conjunta.

En el año 2000, D. Manuel Acero accede al decanato del Colegio de Madrid sin dejar la presidencia de la Asociación, lo que facilita la operación coordinada de ambas Instituciones: se distribuyen las funciones, evitando el doble empleo de recursos, y en su momento, se decide celebrar reuniones conjuntas de las dos Comisiones Permanentes de COIIM y AIIM.

La coordinación del COIIM y la AIIM hizo que la Asociación pasara a reunir 6.897 socios en 2015

Uno de los elementos más importantes para la convergencia fue la creación de una cuota conjunta para las dos entidades, a partir del 1 de enero de 2008. Este acuerdo contribuyó decisivamente al incremento del número de miembros de la Asociación, pasando de 1.872 socios en 2007 a 6.897 en 2015.

Las relaciones entre la Asociación y el Colegio se regulan mediante, siempre citando la obra comentada anteriormente, un “acuerdo bilateral que tiene por objeto la regulación de un marco de cooperación entre ambas entidades tendente a la consecución de objetivos comunes en beneficio de los intereses de los ingenieros industriales, como consecuencia de una nueva línea de actuación conjunta que se promueve respetándose, en todo caso, la naturaleza jurídica y las funciones estatutarias de las dos instituciones”.

A lo largo de la exposición anterior se puede comprobar que cuando históricamente la Ingeniería Industrial ha tenido mayor peso social ha sido cuando las distintas organizaciones representativas de los ingenieros industriales y defensoras de sus intereses han querido y sabido unirse para hacer frente a los mismos problemas y conseguir los mismos objetivos entre todas.

 

Autor: Francisco Cal Pardo, Presidente de la AIIM

 

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